Siempre tengo presente una enseñanza de mi abuela: «Si querés ahorrar, revisá tus pequeños gastos».
Pongo en contexto: Cuando me fui a vivir sola era bastante joven, tenía 20 años. Todavía estudiaba, trabajaba y me costaba bastante llegar a fin de mes.
En esa ocasión ella me dio un sabio consejo pero -como suele pasar en la vida- en ese momento no lo entendí.
A ver… la situación era la siguiente.
Recién independizada, mis gastos se limitaban a comida, alquiler, cada tanto alguna prenda para renovar mi vestidor y transporte.
Si me sobraban algunos pesos los gastaba (en realidad invertía) en pasarme todo el fin de semana viendo películas en VHS alquiladas en el videoclub de mi barrio.
Varios años y varios trabajos después yo ya contaba con un ingreso mensual con el que podía vivir más relajada, darme algunos gustos y ahorrar un pequeño excedente… en teoría. Porque ese excedente nunca sobraba y mi cuenta de ahorros jamás crecía.
Ahí entendí, recién ahí, el consejo de mi abuela: “Si quieres ahorrar, revisa tus pequeños gastos”.
Cuando no sabés dónde estás gastando de más, seguramente no sea en tu presupuesto en comida, ni en transporte, ni en el seguro del auto.
No será en los grandes gastos que tenemos claramente registrados en nuestras cuentas mentales o en nuestras planilla de salida de dinero. No, no es por ahí.
La cuenta se desequilibra en esos pqeueños gastos imperceptibles.
Cuando empecé a registrar las veces que en un mes llamaba al delivery de comida, las veces que puse cosas en el carro del supermercado y que no tenía pensado comprar, las veces que paré en un kiosco a comprar algún dulce, o me senté en un bar a tomar un café… entendí dónde estaba ese excedente que nunca llegaba a ahorrar.
Era todo eso que no registraba pero que sumado modificaba mi presupuesto.
Con las páginas web sustentables sucede lo mismo.
Si querés ahorrar, tenés que revisar los pequeños gastos (de megabytes y de energía). Esos recursos “pesados” que pueden ser optimizados, como por ejemplo las imágenes. O esos archivos adjuntos (en formato pdf) que pueden ser comprimidos y reducir sustancialmente su “peso”.
Porque cada byte que se transmite por internet consume energía. Y si nos proponemos reducir la huella de carbono, mirar esos detalles es fundamental. Aunque pocos los miren.
Juro que no exagero.
He visto empresas que comparten con sus clientes su última memoria de sostenibilidad por medio de un archivo en formato pdf que pesa más de 100 megabytes. Ese archivo podría reducirse hasta en un 90%.
Otras veces (muchas, diría demasiadas) encuentro páginas web con imágenes que tienen un tamaño de más de 1 o 2mb cuando no deberían pesar más de 100kb (10 ó 20 veces menos).
Me quedo sólo en dos ejemplos para no hacerte muy larga la lectura, pero hay muchos más…
Ahora ya conocés una de las buenas prácticas que se puede aplicar a la sustentabilidad web y que también aplica a la accesibilidad, pues una página web liviana y rápida se puede visualizar en más dispositivos y en conexiones lentas.