De viajes largos, laberintos y yoyós

Hay un aspecto en la sostenibilidad web que no tiene que ver con el hosting ni con qué energía funciona, tampoco con el código simple, limpio y desarrollado con buenas prácticas, ni con la velocidad de carga, ni con el peso de las imágenes.

Pero es tan vital como todo lo anterior:

Es el viaje del usuario.

  • ¿A qué tipo de experiencia estamos invitando a las personas al llegar a nuestra web?
  • ¿Las estamos ayudando a encontrar lo que buscan?
  • ¿Es relevante la información publicada?
  • ¿Distraemos con elementos que no suman al mensaje?
  • ¿La navegación es intuitiva?

Estas son algunas de las preguntas que necesitamos hacer antes de comenzar un proyecto web y así definir una buena experiencia.

Porque si no hacemos estas preguntas, corremos el altísimo riesgo de convertir ese viaje en un laberinto por el cual el usuario va de click en click tratando de encontrar lo que busca.

Y cada click innecesario es una nueva página que se abre, es más transferencia de datos, más electricidad y -en consecuencia- más emisión de carbono.

En ese largo viaje, obligamos a las personas a pasar por páginas intermedias para llegar a lo que están buscando sin necesidad.

Otro caso es el de llegar a la página principal de un sitio, visitar alguna de las secciones y tener que volver al inicio para visitar otro apartado. Y así cada vez. Ir y volver, ir y volver, ir y volver… Como un yoyó.

¿Quién no abandonó alguna web porque le generó fastidio, frustración, aburrimiento o simplemente le pareció demasiado difícil entender su propuesta?

Estas situaciones (hay muchas más, pero no quiero aburrirte) complejizan la experiencia de los visitantes. Los tiempos de navegación, conexión y carga se extienden. Es decir: se transfieren datos sin sentido que contaminan más de lo necesario.

Cuando hacemos páginas innecesariamente pesadas y forzamos a que se ejecuten consultas al servidor que podrían evitarse, generamos cargas adicionales tanto en los servidores como en los dispositivos que usan las personas. Y no solo se está desperdiciando electricidad. También se pierde la oportunidad de diseñar experiencias más satisfactorias, rápidas e inclusivas.

Experiencias que, al fin del día, son las que en el universo digital hablan de tu marca.

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